1.
Esto tiene que ser una broma, pensé. Pero no, ahí estaba,
justo frente a mí, flotando inmóvil en el cielo azul de agosto, resplandeciendo
y tronando en miles de voces que glorificaban al padre celestial. Había cientos
de personas salidas de quién sabe qué lugar, la calle estaba repleta y todos
señalaban al cielo y estoy seguro que cuchicheaban y murmuraban, porque movían sus
bocas, pero yo no los podía escuchar, ¡ni siquiera ellos se podían escuchar!, tanto
era el ruido de los cantos y de las trompetas y de todo lo que parecía una
orquesta acompañando los coros. Para ese momento mi sorpresa había pasado, así
que me puse a grabar con el celular, pensando en poder probar mi historia
cuando la contara o qué se yo. Utilicé el zoom y me di cuenta que el objeto era
un trono, un pequeño trono dorado, una silla pues, que flotaba en la nada y que
lanzaba brillos y destellos y música de loas. Era uno de los muchos tronos que
se vieron en el cielo por toda la tierra ese martes catorce de agosto, y que se
quedaron ahí hasta hoy, ya tantos años después.
Lo sé, parecería surreal que hubiera sillas rimbombantes
flotando por todo el mundo. Como de película. Eran unas sillitas doradas,
brillando tanto que llegaban a lastimar los ojos si se veían con fijeza mucho
tiempo; parecían de oro y no tenían detalles ni relieves, eran como unas
simples placas de metal formando el asiento, pero su respaldo alto y su posa
brazos le daban un aire de superioridad, de jerarquía. Eran, sin duda, mucho más
grandes que cualquier silla terrestre, como si estuvieran esperando que un
gigante las ocupara. Y además había muchos tronos, miles de ellos. En las
noticias pasaron reportes desde las ciudades más importantes de la tierra. Las
apariciones fueron hechas para que desde cualquier punto del globo se viera al
menos uno de los asientos. Era
fantástico.
Y la música... Música sacra, espeluznante y medieval. Ponía
los pelos de punta. Los primeros tres días, como si los tronos quisieran
notarse y que nadie se quedara sin advertir su presencia, la música sonó sin
cesar, no dejaba dormir, no dejaba hablar, y no había lugar en el mundo donde
se pudiera estar a salvo de ella. Era como un ataque, como si las sillitas nos
atacaran de una forma que no pudiésemos defendernos. Pero no, al tercer día
exacto cesó. Y en su lugar cada seis horas comenzaba una letanía, una oración,
en un idioma desconocido y que los noticieros no tardaron en informarnos era
arameo. Por lo demás, el rezo no decía gran cosa y era muy similar al padre
nuestro. Ahora, lo interesante de verdad, suponiendo que todo lo antes dicho
sea normal, era lo que estaba por venir.
La sociedad fue el caos. La gente comenzó a actuar de forma
incoherente. Debo corregir: las personas siempre han actuado de forma
incoherente y, por otro lado, ¿cuál era la forma coherente de actuar ante el
fenómeno que presenciábamos? Hubo saqueos, hubo disturbios, la economía se
paralizó, las religiones se radicalizaron, y ni contarles de la ola de
suicidios que hubo; los gobiernos perdieron el control de sus países durante
meses, surgieron profetas y guías mesiánicos, y todo fue el caos. Dentro de
todo, algunos sectores de la sociedad guardaron la calma. A saber, el día de
hoy se cuenta con registros de las primeras investigaciones hechas por
científicos sobre los tronos. Son sorprendentes. Nunca se pudo llegar a ellos,
a los tronos me refiero. Cuando se intentaban alcanzar flotaban más alto. La
música no tenía origen, no provenía de los tronos y se escuchaba con la misma
intensidad desde cualquier punto de la tierra. Las sillas no emitían radiación
alguna, ni magnetismo ni nada cuantificable o mesurable. Se cree que llegaban a
medir hasta 100 metros de alto, pero el dato no es exacto. Sólo desprendían
luz. Mucha luz de alguna fuente de energía oculta. Y eso fue todo antes que el
caos paralizara las investigaciones.
Luego comenzaron los juicios y las ejecuciones. Empezó como
un rumor, luego fue una realidad tangible. Había personas elegidas entre nosotros. Personas elegidas por Dios para
enjuiciarnos, para calificar nuestra vida en base a nuestras acciones y darnos
un juicio, una sentencia, ya fuera de vida o de muerte. No había castigo, no
había prisión; era vivir o morir. Todo inició muy discreto, pero se formalizó
en el seno de la Iglesia Católica. Miles de personas comenzaron a tener el
mismo sueño, eran visiones donde se les llamaba para cumplir con la tarea santa
de enjuiciar a sus semejantes y se les explicaba que los tronos eran una
muestra de la presencia de Dios y de la segunda venida del Cristo. Estos, los
que soñaron, fueron los elegidos, los que después serían conocidos como
ejecutores. Se les daba total libertad para juzgar, con sabiduría divina, y
para sentenciar con crueldad humana. Pudieron pasar por locos pero fueron
tantos y se multiplicaban tan rápido que la Iglesia los terminó acogiendo y se
volvieron una de los más poderosos brazos católicos. Todos íbamos a ser
visitados por uno de ellos, en algún momento; llegarían, nos saludarían y acto
seguido nos dirían el veredicto. Si éramos hallados faltos nos matarían, si nos
hallaban aptos simplemente seguiríamos.
Rebeca Rammer. Nueva
República Cubana, Sierra Maestra.
¡Claro que fue el gobierno! El gobierno de Estados Unidos y todos sus
amiguitos de siempre, los mismos lame culos que les apoyan sus estupideces todo
el tiempo: Inglaterra, Francia, España, los países de segunda que buscan un
poco de la gloria que cae de la mesa de sus amos y otros muchos países igual de
ambiciosos. Ese montaje telenovelesco de los tronos y la música no fue mas que
el pretexto perfecto para asesinar a sus enemigos con apoyo público. ¿O cómo
explicar que los primeros en morir, en ser asesinados, fueron musulmanes? Esa
provocación fue la que nos llevó a la Cruzada Moderna. Allá andaban los Estados
Unidos y sus compinches dando guerra a los países árabes. Disfrazaron todo de
religión pero como siempre, había intereses económicos y de poder. Petróleo.
Hegemonía. Economía. Lo de siempre. Y luego la famosa alianza con la Iglesia
Católica y sus ejecutores. Eso de darle luz verde a sus asesinos fanáticos para
eliminar homosexuales, prostitutas, ateos, cultos menores, científicos y todo
lo que no fuera católico, fue el acabose. Lo bueno es que para entonces yo ya
había establecido contacto con el grupo de resistencia. Aún no teníamos nombre
pero teníamos muchas ideas y ganas de darle paz al mundo. Es decir, no
estábamos contaminados con ideas dogmáticas, no éramos como los locos de la bomba
en el Vaticano, no, nosotros sólo queríamos regresar las cosas a como eran o
incluso mejorarlas. No teníamos un plan de gobierno ni de nada. En serio que
fuimos la única esperanza de la humanidad en esos tiempos tan raros.
Mientras los países estaban en guerra y mientras no nos visitaban los
ejecutores, nos organizamos, nos armamos, reclutamos gente y nos lanzamos a
hacer guerrilla. Pero no éramos un grupo local, cuando digo que nos organizamos
me refiero a que en todos los países teníamos células que nos coordinábamos con
precisión quirúrgica. Éramos una resistencia global, con presencia en todo el
mundo. El plan era abrirles los ojos a las personas y detener a los ejecutores.
Por fortuna los gobiernos no nos prestaban atención enfrascados en su Cruzada
como estaban, pero la Iglesia católica sí organizó grupos de limpieza con sus
verdugos. Fueron buenos combates, y siempre salíamos airosos. Digamos que con
la Iglesia llevamos empate técnico.
Hoy las cosas se han calmado mucho. Todo mundo se sigue peleando con todo
mundo, pero ya hay países enteros, pequeños pero enteros, que hemos liberado y
que resisten a la Iglesia y su perrito de batalla, los Estados Unidos; gracias
a los gobiernos provisionales que establecimos. Nos siguen atacando, y ya es
una guerra formal, ya no somos una simple guerrilla, pero eso mismo nos hace
más fuertes. Tener apoyo y esas cosas. Tener amigos, compañeros. Nos hace creer
que se puede ganar.
A veces aún les disparo a los tronos sólo por diversión.
Dicen que no hay forma de destruirlos. Pero a mí me da igual, de todas formas
les disparo. Es relajante.
Esteban Franco.
Madrid, España.
Primero me atacaban, me preguntaban por la autoridad para hacer lo que
hacía. Se les hacía increíble que un ex convicto pudiera juzgarlos y ejercerles
sentencia. Pero mis pecados yo ya los había pagado, y por eso fui elegido. Me
lo dijo Dios en el sueño, me dijo que los asaltos y los asesinatos, e incluso
la violación, ya las había pagado en la cárcel. Y que por eso me seleccionaba.
Recuerdo que mi primer juicio fue un vecino, era Testigo de Jehová, y aquélla
tarde me encontraba bebiendo cerveza y mirando el trono desde el porche de mi
casa. Creo que ya lo esperaba o puede que al verlo haya entendido. Yo ya había
tenido los sueños durante meses, y no perdí la cordura como muchos, sino que me
sentí digno de la misión. Entonces lo vi, lo vi llegar muy contento con su
trajecito y su corbata y su maletín de revistas y esas porquerías. Recuerdo que
me levanté con un entendimiento interno y una claridad de ideas que nunca tuve
en toda mi vida. De verdad que era la voz de Dios la que salía desde mi alma y
me daba tranquilidad y me serenaba en mis acciones. Entonces fui y antes que
entrara a su casa -pasó primero su esposa y su hija- lo saludé y le dije que
tenía un mensaje de Dios. Le dije que había sido pesado en balanza y había sido
hallado falto, esas palabras se me vinieron a la boca. Luego creo que me
preguntó algo o me miró con extrañeza o las dos cosas. Como sea, le solté un
disparo en la frente con mi vieja amiga de correrías, mi Beretta 92. Después
entré e hice lo mismo con su esposa e hija. Pensé en quemar su propaganda
pagana e incluso su casa, pero me dije: si esto fuera voluntad del señor no
tendría duda en hacerlo. Y mejor no lo hice.
Me arrestaron y me llevaron a la comisaría pero nunca tuve
miedo, siempre supe que Dios estaría conmigo. En unos cuantos días vino un cura
a liberarme y fue quien me llevó con los demás ejecutores. Estaban organizados
y en aquél grupo de buenas personas por primera vez me sentí en casa y, más
importante, tenía un objetivo en la vida. De la noche a la mañana nos volvimos
famosos, aunque la gente que me conocía de mi vida pasada todavía me
recriminaba mis errores. Pero yo estoy en paz con Dios, sé que ya he pagado y
sufrido lo suficiente. Mucha gente, incluso, me mira con odio antes de morir.
No los entiendo. Está el tipo del que hablaron el domingo en misa, el tal Saulo
que también tuvo que perseguir a sus hermanos antes de ser un apóstol y un
santo. Él después consiguió una gran gloria, gloria que yo sé tendré y que
ninguno de todos esos pecadores que he ajusticiado tendrá nunca jamás.
Mujahid Hakim. Cerca
de Jerusalén.
Sólo salimos a defender la gloria de Alá. Nosotros también teníamos sus tronos
flotando sobre nuestras cabezas, pero sabíamos que era obra de los infieles.
Han venido queriendo guerra desde siempre, y se la dimos. Los cristianos no lo
entienden, ellos siempre tendrás sus casas y sus familias y su dinero y sus
cosas. Nosotros sólo tenemos fe, fe en Alá y en su profeta. Por eso venceremos.
Sus tronos no nos asustan, es una obra de su iglesia, nos quieren confundir y
atemorizar. Pero nos hemos preparado para esta guerra desde los tiempos de
Mahoma, nacimos para defender a Alá y a nuestra fe, y para esparcirla por todo
el mundo civilizado.
No somos como los de la resistencia que buscan traer el
comunismo y el socialismo, otros males de la humanidad, ni somos cristianos
atacando cristianos, como los de la bomba en el Vaticano; nosotros no pararemos
ante nada hasta barrer con los infieles que han venido a profanar nuestras
costumbres y nuestras ciudades. Han insultado al cielo con sus espejismos y su
música sacra, y han insultado la tierra con su apostasía y su liberalismo. Creen
que venimos perdiendo la guerra porque cedemos terreno y nos lanzamos a las
montañas a defendernos. Pero no hemos perdido nada, no perderemos nada,
soltaremos las bombas en nuestro mismo suelo de ser necesario, barreremos con
todo y con todos. Esa es la voluntad de Alá. Esos tronos ya son historia.
bplg.