La guerra contra el narco, que es la forma mexicana que
tenemos para referirnos al intento del gobierno por matar a todos los malosos
del país, nos ha dejado unas de las herencias más alucinantes del país. Por
ejemplo, antes se recurría al clima para iniciar conversaciones o eliminar
silencios incómodos, hoy se recurre a la guerra contra el narco. Antes, las
leyendas urbanas hablaban sobre calcomanías con droga o payasos roba chicos,
hoy hablan sobre narcos. Además, el tema ha descubierto otros defectos del
sistema mexicano como son la nula transparencia en la información que recibe el
pueblo de parte de sus gobernantes, la inexistente credibilidad de la sociedad
en sus instituciones de seguridad, la impunidad, la corrupción y etcétera,
etcétera. Temas aburridos y recurrentes.
Pero como todo lo malo de este mundo, también hay un aspecto
“positivo” (¿qué clase de mundo es este, en que ni la maldad se encuentra libre
de mancha?). No me refiero a los llamados a la unidad, a la paz y a la justicia
que, como modernos Capitanes América, pregonan nuestros ídolos de multitudes,
siempre políticamente correctos. Me refiero, en específico, al movimiento de
Javier Sicilia, ese señor cuyo hijo fue encontrado muerto (asesinado) en un
carro. Al movimiento se le sumaron muchos anti calderoncistas que aprovecharon
el empuje y la fama para lanzar sus ya conocidas críticas políticas y
partidistas contra el que sustenta el poder. Como fuera, Sicilia lanzó su
marcha y redacto un pacto nacional muy bonito y que tiene unos puntos aún más
bonitos, pero que me recuerda a la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en lo ingenuo y utópico. Supongo que hay que lanzarse alto para alcanzar
aunque sea lo más bajo. El señor Sicilia lo más que ha conseguido, además de
una excelente condición física de tanto marchar (es broma, ni se fueron
caminando), es el permiso del Presidente para fumar. Vicio que don Sicilia
debería saber se cobra tantas o más víctimas que el narco, pero con el que
parece no tener ningún problema. Es lo malo de los mexicanos, queremos que los
luchadores sociales sean santos y perfectos para confiar en ellos. Si Cristo
hubiera nacido en México también lo hubiéramos crucificado.
Entonces, en vista del éxito no obtenido, voy a lanzarle mis
propuestas a nuestro presidente para resolver el asunto de los balazos y la
droga. Mis propuestas, humildes y no muy bien pensadas, son igual de
irrealizables, pero más divertidas:
Primero, propongo que se legalice la droga. Es decir,
admitámoslo, el alcohol mata, el cigarro mata, la marihuana… bueno, nunca me he
enterado de una sobredosis de marihuana, pero asumiremos que también mata ya
que, como bien decía mi madre, todo en exceso es malo. Como decía, la heroína
mata, la cocaína mata, las anfetaminas matan, las drogas matan. Pero el alcohol
y los cigarros también. Es más, me pondré exagerado, el refresco mata. ¿Por qué
no dejar elegir a las personas cómo suicidarse? ¿No tengo el mismo derecho a
morir de cáncer pulmonar como lo tengo a morir de una sobredosis? La gente, en
efecto, reacciona de manera diferente cuando usa drogas, muchas de esas
reacciones son violentas, pero de igual forma pasa con el alcohol. El gobierno
federal debe quitarse su papel de mamá gallina y suponer que los mexicanos
sabemos elegir lo bueno de lo malo (en cuestión de salud, es probado que en
cualquier otro aspecto estamos menos que descalificados (a decir verdad,
estamos descalificados en cualquier aspecto)). Suposición arriesgadísima pero,
eliminándose de la ecuación, el gobierno no será señalado culpable y los padres
tendrán que inventar un mejor pretexto para la adicción de sus hijos. O tendrán
que hacer su trabajo y empezar a educarlos. ¡JA! Entre todos lograremos
encontrar un buen pretexto. Pero al menos con la droga legalizada todos seremos
felices y tendremos súper poderes y así.
Además, el problema del narcotráfico no es tanto la venta en
México para su consumo. Es sobre las rutas para pasarla a EUA. Lo cual me lleva
a:
Segundo, legalizar el comercio de droga. Nosotros la
tenemos, ellos la quieren. Y ellos tienen dinero. ¿Qué más se necesita?
Nuestros capos son unos grandes hombres de negocios ¿por qué no dejarlos que
traigan más dinero al país y de paso trabajo, muchas fuentes de trabajo? De por
si la cifra del dinero recibido por el comercio ilegal de estupefacientes (me
he cansado de decir droga) es de muchos dígitos. Como once o doce. No recuerdo
cuánto con exactitud y me da flojera ir por el dato, así que tendrán que ir a
Google o confiar en mi palabra. Y el gobierno ya recibe su tajada. Así pues,
que se dediquen en tirar balazos los gringos y a vigilar sus fronteras,
nosotros seríamos la nación de la del trabajo y la felicidad, y vendría gente
de todo el mundo a disfrutar de las drogas y el dinero. Seríamos una verdadera
república amorosa de empresarios y drogadictos viviendo en armonía y nadando en
la abundancia de dólares.
Esto, claro, no soluciona el problema de la repartición de
rutas y territorios, problema medular de la guerra. Lo cual nos lleva a mi tercer punto:
El dilema del taxista, como gusto llamarlo, y que consiste
en que mientras más taxis menos pasaje. Una vez realizados los dos puntos
anteriores las rutas podrán ser negociadas, ya que no habrá ningún peligro en
circular con una furgonetita lleno de cocaína. De hecho sería como la navidad
coca cola y todos esperaríamos con ansias la llegada del mítico camión. Los
narcos saldrían a la luz del sol y podrían reintegrarse a sus familias y
amigos. Todo sería felicidad. Y si algún grupo desea iniciarse en el negocio
del tráfico legal de drogas, pues que pase por muchos trámites burocráticos de
forma que desista de su intención y listo. Podríamos tirar las armas e irnos a
comer helados todos juntos como hermanos.
Ahora, respecto al tema del juego, la prostitución, el cobro
de piso, los secuestros y demás aspectos de la mafia, tengo las siguientes
ideas que seguro harán la delicia de chicos y grandes. Primero…
No hay comentarios:
Publicar un comentario