jueves, 22 de diciembre de 2011

Una propuesta nacional.


La guerra contra el narco, que es la forma mexicana que tenemos para referirnos al intento del gobierno por matar a todos los malosos del país, nos ha dejado unas de las herencias más alucinantes del país. Por ejemplo, antes se recurría al clima para iniciar conversaciones o eliminar silencios incómodos, hoy se recurre a la guerra contra el narco. Antes, las leyendas urbanas hablaban sobre calcomanías con droga o payasos roba chicos, hoy hablan sobre narcos. Además, el tema ha descubierto otros defectos del sistema mexicano como son la nula transparencia en la información que recibe el pueblo de parte de sus gobernantes, la inexistente credibilidad de la sociedad en sus instituciones de seguridad, la impunidad, la corrupción y etcétera, etcétera. Temas aburridos y recurrentes.

Pero como todo lo malo de este mundo, también hay un aspecto “positivo” (¿qué clase de mundo es este, en que ni la maldad se encuentra libre de mancha?). No me refiero a los llamados a la unidad, a la paz y a la justicia que, como modernos Capitanes América, pregonan nuestros ídolos de multitudes, siempre políticamente correctos. Me refiero, en específico, al movimiento de Javier Sicilia, ese señor cuyo hijo fue encontrado muerto (asesinado) en un carro. Al movimiento se le sumaron muchos anti calderoncistas que aprovecharon el empuje y la fama para lanzar sus ya conocidas críticas políticas y partidistas contra el que sustenta el poder. Como fuera, Sicilia lanzó su marcha y redacto un pacto nacional muy bonito y que tiene unos puntos aún más bonitos, pero que me recuerda a la Declaración Universal de los Derechos Humanos en lo ingenuo y utópico. Supongo que hay que lanzarse alto para alcanzar aunque sea lo más bajo. El señor Sicilia lo más que ha conseguido, además de una excelente condición física de tanto marchar (es broma, ni se fueron caminando), es el permiso del Presidente para fumar. Vicio que don Sicilia debería saber se cobra tantas o más víctimas que el narco, pero con el que parece no tener ningún problema. Es lo malo de los mexicanos, queremos que los luchadores sociales sean santos y perfectos para confiar en ellos. Si Cristo hubiera nacido en México también lo hubiéramos crucificado.

Entonces, en vista del éxito no obtenido, voy a lanzarle mis propuestas a nuestro presidente para resolver el asunto de los balazos y la droga. Mis propuestas, humildes y no muy bien pensadas, son igual de irrealizables, pero más divertidas:

Primero, propongo que se legalice la droga. Es decir, admitámoslo, el alcohol mata, el cigarro mata, la marihuana… bueno, nunca me he enterado de una sobredosis de marihuana, pero asumiremos que también mata ya que, como bien decía mi madre, todo en exceso es malo. Como decía, la heroína mata, la cocaína mata, las anfetaminas matan, las drogas matan. Pero el alcohol y los cigarros también. Es más, me pondré exagerado, el refresco mata. ¿Por qué no dejar elegir a las personas cómo suicidarse? ¿No tengo el mismo derecho a morir de cáncer pulmonar como lo tengo a morir de una sobredosis? La gente, en efecto, reacciona de manera diferente cuando usa drogas, muchas de esas reacciones son violentas, pero de igual forma pasa con el alcohol. El gobierno federal debe quitarse su papel de mamá gallina y suponer que los mexicanos sabemos elegir lo bueno de lo malo (en cuestión de salud, es probado que en cualquier otro aspecto estamos menos que descalificados (a decir verdad, estamos descalificados en cualquier aspecto)). Suposición arriesgadísima pero, eliminándose de la ecuación, el gobierno no será señalado culpable y los padres tendrán que inventar un mejor pretexto para la adicción de sus hijos. O tendrán que hacer su trabajo y empezar a educarlos. ¡JA! Entre todos lograremos encontrar un buen pretexto. Pero al menos con la droga legalizada todos seremos felices y tendremos súper poderes y así.  

Además, el problema del narcotráfico no es tanto la venta en México para su consumo. Es sobre las rutas para pasarla a EUA. Lo cual me lleva a:

Segundo, legalizar el comercio de droga. Nosotros la tenemos, ellos la quieren. Y ellos tienen dinero. ¿Qué más se necesita? Nuestros capos son unos grandes hombres de negocios ¿por qué no dejarlos que traigan más dinero al país y de paso trabajo, muchas fuentes de trabajo? De por si la cifra del dinero recibido por el comercio ilegal de estupefacientes (me he cansado de decir droga) es de muchos dígitos. Como once o doce. No recuerdo cuánto con exactitud y me da flojera ir por el dato, así que tendrán que ir a Google o confiar en mi palabra. Y el gobierno ya recibe su tajada. Así pues, que se dediquen en tirar balazos los gringos y a vigilar sus fronteras, nosotros seríamos la nación de la del trabajo y la felicidad, y vendría gente de todo el mundo a disfrutar de las drogas y el dinero. Seríamos una verdadera república amorosa de empresarios y drogadictos viviendo en armonía y nadando en la abundancia de dólares. 

Esto, claro, no soluciona el problema de la repartición de rutas y territorios, problema medular de la guerra.  Lo cual nos lleva a mi tercer punto:

El dilema del taxista, como gusto llamarlo, y que consiste en que mientras más taxis menos pasaje. Una vez realizados los dos puntos anteriores las rutas podrán ser negociadas, ya que no habrá ningún peligro en circular con una furgonetita lleno de cocaína. De hecho sería como la navidad coca cola y todos esperaríamos con ansias la llegada del mítico camión. Los narcos saldrían a la luz del sol y podrían reintegrarse a sus familias y amigos. Todo sería felicidad. Y si algún grupo desea iniciarse en el negocio del tráfico legal de drogas, pues que pase por muchos trámites burocráticos de forma que desista de su intención y listo. Podríamos tirar las armas e irnos a comer helados todos juntos como hermanos.

Ahora, respecto al tema del juego, la prostitución, el cobro de piso, los secuestros y demás aspectos de la mafia, tengo las siguientes ideas que seguro harán la delicia de chicos y grandes. Primero…

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