miércoles, 14 de diciembre de 2011

Una revelación (en tres actos). Primero.


1.

Esto tiene que ser una broma, pensé. Pero no, ahí estaba, justo frente a mí, flotando inmóvil en el cielo azul de agosto, resplandeciendo y tronando en miles de voces que glorificaban al padre celestial. Había cientos de personas salidas de quién sabe qué lugar, la calle estaba repleta y todos señalaban al cielo y estoy seguro que cuchicheaban y murmuraban, porque movían sus bocas, pero yo no los podía escuchar, ¡ni siquiera ellos se podían escuchar!, tanto era el ruido de los cantos y de las trompetas y de todo lo que parecía una orquesta acompañando los coros. Para ese momento mi sorpresa había pasado, así que me puse a grabar con el celular, pensando en poder probar mi historia cuando la contara o qué se yo. Utilicé el zoom y me di cuenta que el objeto era un trono, un pequeño trono dorado, una silla pues, que flotaba en la nada y que lanzaba brillos y destellos y música de loas. Era uno de los muchos tronos que se vieron en el cielo por toda la tierra ese martes catorce de agosto, y que se quedaron ahí hasta hoy, ya tantos años después.

Lo sé, parecería surreal que hubiera sillas rimbombantes flotando por todo el mundo. Como de película. Eran unas sillitas doradas, brillando tanto que llegaban a lastimar los ojos si se veían con fijeza mucho tiempo; parecían de oro y no tenían detalles ni relieves, eran como unas simples placas de metal formando el asiento, pero su respaldo alto y su posa brazos le daban un aire de superioridad, de jerarquía. Eran, sin duda, mucho más grandes que cualquier silla terrestre, como si estuvieran esperando que un gigante las ocupara. Y además había muchos tronos, miles de ellos. En las noticias pasaron reportes desde las ciudades más importantes de la tierra. Las apariciones fueron hechas para que desde cualquier punto del globo se viera al menos uno de los asientos.  Era fantástico.

Y la música... Música sacra, espeluznante y medieval. Ponía los pelos de punta. Los primeros tres días, como si los tronos quisieran notarse y que nadie se quedara sin advertir su presencia, la música sonó sin cesar, no dejaba dormir, no dejaba hablar, y no había lugar en el mundo donde se pudiera estar a salvo de ella. Era como un ataque, como si las sillitas nos atacaran de una forma que no pudiésemos defendernos. Pero no, al tercer día exacto cesó. Y en su lugar cada seis horas comenzaba una letanía, una oración, en un idioma desconocido y que los noticieros no tardaron en informarnos era arameo. Por lo demás, el rezo no decía gran cosa y era muy similar al padre nuestro. Ahora, lo interesante de verdad, suponiendo que todo lo antes dicho sea normal, era lo que estaba por venir.

La sociedad fue el caos. La gente comenzó a actuar de forma incoherente. Debo corregir: las personas siempre han actuado de forma incoherente y, por otro lado, ¿cuál era la forma coherente de actuar ante el fenómeno que presenciábamos? Hubo saqueos, hubo disturbios, la economía se paralizó, las religiones se radicalizaron, y ni contarles de la ola de suicidios que hubo; los gobiernos perdieron el control de sus países durante meses, surgieron profetas y guías mesiánicos, y todo fue el caos. Dentro de todo, algunos sectores de la sociedad guardaron la calma. A saber, el día de hoy se cuenta con registros de las primeras investigaciones hechas por científicos sobre los tronos. Son sorprendentes. Nunca se pudo llegar a ellos, a los tronos me refiero. Cuando se intentaban alcanzar flotaban más alto. La música no tenía origen, no provenía de los tronos y se escuchaba con la misma intensidad desde cualquier punto de la tierra. Las sillas no emitían radiación alguna, ni magnetismo ni nada cuantificable o mesurable. Se cree que llegaban a medir hasta 100 metros de alto, pero el dato no es exacto. Sólo desprendían luz. Mucha luz de alguna fuente de energía oculta. Y eso fue todo antes que el caos paralizara las investigaciones.

Luego comenzaron los juicios y las ejecuciones. Empezó como un rumor, luego fue una realidad tangible. Había personas elegidas entre nosotros. Personas elegidas por Dios para enjuiciarnos, para calificar nuestra vida en base a nuestras acciones y darnos un juicio, una sentencia, ya fuera de vida o de muerte. No había castigo, no había prisión; era vivir o morir. Todo inició muy discreto, pero se formalizó en el seno de la Iglesia Católica. Miles de personas comenzaron a tener el mismo sueño, eran visiones donde se les llamaba para cumplir con la tarea santa de enjuiciar a sus semejantes y se les explicaba que los tronos eran una muestra de la presencia de Dios y de la segunda venida del Cristo. Estos, los que soñaron, fueron los elegidos, los que después serían conocidos como ejecutores. Se les daba total libertad para juzgar, con sabiduría divina, y para sentenciar con crueldad humana. Pudieron pasar por locos pero fueron tantos y se multiplicaban tan rápido que la Iglesia los terminó acogiendo y se volvieron una de los más poderosos brazos católicos. Todos íbamos a ser visitados por uno de ellos, en algún momento; llegarían, nos saludarían y acto seguido nos dirían el veredicto. Si éramos hallados faltos nos matarían, si nos hallaban aptos simplemente seguiríamos.

Rebeca Rammer. Nueva República Cubana, Sierra Maestra.
¡Claro que fue el gobierno! El gobierno de Estados Unidos y todos sus amiguitos de siempre, los mismos lame culos que les apoyan sus estupideces todo el tiempo: Inglaterra, Francia, España, los países de segunda que buscan un poco de la gloria que cae de la mesa de sus amos y otros muchos países igual de ambiciosos. Ese montaje telenovelesco de los tronos y la música no fue mas que el pretexto perfecto para asesinar a sus enemigos con apoyo público. ¿O cómo explicar que los primeros en morir, en ser asesinados, fueron musulmanes? Esa provocación fue la que nos llevó a la Cruzada Moderna. Allá andaban los Estados Unidos y sus compinches dando guerra a los países árabes. Disfrazaron todo de religión pero como siempre, había intereses económicos y de poder. Petróleo. Hegemonía. Economía. Lo de siempre. Y luego la famosa alianza con la Iglesia Católica y sus ejecutores. Eso de darle luz verde a sus asesinos fanáticos para eliminar homosexuales, prostitutas, ateos, cultos menores, científicos y todo lo que no fuera católico, fue el acabose. Lo bueno es que para entonces yo ya había establecido contacto con el grupo de resistencia. Aún no teníamos nombre pero teníamos muchas ideas y ganas de darle paz al mundo. Es decir, no estábamos contaminados con ideas dogmáticas, no éramos como los locos de la bomba en el Vaticano, no, nosotros sólo queríamos regresar las cosas a como eran o incluso mejorarlas. No teníamos un plan de gobierno ni de nada. En serio que fuimos la única esperanza de la humanidad en esos tiempos tan raros.

Mientras los países estaban en guerra y mientras no nos visitaban los ejecutores, nos organizamos, nos armamos, reclutamos gente y nos lanzamos a hacer guerrilla. Pero no éramos un grupo local, cuando digo que nos organizamos me refiero a que en todos los países teníamos células que nos coordinábamos con precisión quirúrgica. Éramos una resistencia global, con presencia en todo el mundo. El plan era abrirles los ojos a las personas y detener a los ejecutores. Por fortuna los gobiernos no nos prestaban atención enfrascados en su Cruzada como estaban, pero la Iglesia católica sí organizó grupos de limpieza con sus verdugos. Fueron buenos combates, y siempre salíamos airosos. Digamos que con la Iglesia llevamos empate técnico.

Hoy las cosas se han calmado mucho. Todo mundo se sigue peleando con todo mundo, pero ya hay países enteros, pequeños pero enteros, que hemos liberado y que resisten a la Iglesia y su perrito de batalla, los Estados Unidos; gracias a los gobiernos provisionales que establecimos. Nos siguen atacando, y ya es una guerra formal, ya no somos una simple guerrilla, pero eso mismo nos hace más fuertes. Tener apoyo y esas cosas. Tener amigos, compañeros. Nos hace creer que se puede ganar.

A veces aún les disparo a los tronos sólo por diversión. Dicen que no hay forma de destruirlos. Pero a mí me da igual, de todas formas les disparo. Es relajante.

Esteban Franco. Madrid, España.
Primero me atacaban, me preguntaban por la autoridad para hacer lo que hacía. Se les hacía increíble que un ex convicto pudiera juzgarlos y ejercerles sentencia. Pero mis pecados yo ya los había pagado, y por eso fui elegido. Me lo dijo Dios en el sueño, me dijo que los asaltos y los asesinatos, e incluso la violación, ya las había pagado en la cárcel. Y que por eso me seleccionaba. Recuerdo que mi primer juicio fue un vecino, era Testigo de Jehová, y aquélla tarde me encontraba bebiendo cerveza y mirando el trono desde el porche de mi casa. Creo que ya lo esperaba o puede que al verlo haya entendido. Yo ya había tenido los sueños durante meses, y no perdí la cordura como muchos, sino que me sentí digno de la misión. Entonces lo vi, lo vi llegar muy contento con su trajecito y su corbata y su maletín de revistas y esas porquerías. Recuerdo que me levanté con un entendimiento interno y una claridad de ideas que nunca tuve en toda mi vida. De verdad que era la voz de Dios la que salía desde mi alma y me daba tranquilidad y me serenaba en mis acciones. Entonces fui y antes que entrara a su casa -pasó primero su esposa y su hija- lo saludé y le dije que tenía un mensaje de Dios. Le dije que había sido pesado en balanza y había sido hallado falto, esas palabras se me vinieron a la boca. Luego creo que me preguntó algo o me miró con extrañeza o las dos cosas. Como sea, le solté un disparo en la frente con mi vieja amiga de correrías, mi Beretta 92. Después entré e hice lo mismo con su esposa e hija. Pensé en quemar su propaganda pagana e incluso su casa, pero me dije: si esto fuera voluntad del señor no tendría duda en hacerlo. Y mejor no lo hice. 

Me arrestaron y me llevaron a la comisaría pero nunca tuve miedo, siempre supe que Dios estaría conmigo. En unos cuantos días vino un cura a liberarme y fue quien me llevó con los demás ejecutores. Estaban organizados y en aquél grupo de buenas personas por primera vez me sentí en casa y, más importante, tenía un objetivo en la vida. De la noche a la mañana nos volvimos famosos, aunque la gente que me conocía de mi vida pasada todavía me recriminaba mis errores. Pero yo estoy en paz con Dios, sé que ya he pagado y sufrido lo suficiente. Mucha gente, incluso, me mira con odio antes de morir. No los entiendo. Está el tipo del que hablaron el domingo en misa, el tal Saulo que también tuvo que perseguir a sus hermanos antes de ser un apóstol y un santo. Él después consiguió una gran gloria, gloria que yo sé tendré y que ninguno de todos esos pecadores que he ajusticiado tendrá nunca jamás.

Mujahid Hakim. Cerca de Jerusalén.
Sólo salimos a defender la gloria de Alá. Nosotros también teníamos sus tronos flotando sobre nuestras cabezas, pero sabíamos que era obra de los infieles. Han venido queriendo guerra desde siempre, y se la dimos. Los cristianos no lo entienden, ellos siempre tendrás sus casas y sus familias y su dinero y sus cosas. Nosotros sólo tenemos fe, fe en Alá y en su profeta. Por eso venceremos. Sus tronos no nos asustan, es una obra de su iglesia, nos quieren confundir y atemorizar. Pero nos hemos preparado para esta guerra desde los tiempos de Mahoma, nacimos para defender a Alá y a nuestra fe, y para esparcirla por todo el mundo civilizado. 

No somos como los de la resistencia que buscan traer el comunismo y el socialismo, otros males de la humanidad, ni somos cristianos atacando cristianos, como los de la bomba en el Vaticano; nosotros no pararemos ante nada hasta barrer con los infieles que han venido a profanar nuestras costumbres y nuestras ciudades. Han insultado al cielo con sus espejismos y su música sacra, y han insultado la tierra con su apostasía y su liberalismo. Creen que venimos perdiendo la guerra porque cedemos terreno y nos lanzamos a las montañas a defendernos. Pero no hemos perdido nada, no perderemos nada, soltaremos las bombas en nuestro mismo suelo de ser necesario, barreremos con todo y con todos. Esa es la voluntad de Alá. Esos tronos ya son historia.


bplg.

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