miércoles, 8 de junio de 2011

Sobrevivencia.

Mi nombre es Despertar; Yahvé tu Dios me ha mandado por ti. El Armagedón está llegando a su fin, el Adversario será derrotado y destruido, y el Reino de Dios se instaurará en la Tierra por la eternidad. Has sido llamado  porque tienes una misión que cumplir en la batalla decisiva. No es cualquier misión, es una misión divina, pronunciada por la mismísima boca de Yahvé. Escucha, pronto se te harán llegar las instrucciones, pronto todo será revelado. Deberás tener fe, y a cambio tendrás el cuidado y la bendición del cielo, serás recompensado y tu alma será salvada. No debes tener miedo al cumplir tu tarea y tu brazo no debe flaquear. Ahora despierta, guerrero. Es hora.

El reverendo despertó de golpe. Su mente trató de atrapar algo, de aferrarse a un pensamiento escurridizo. Anotar. Recordar. Buscó al lado, en su mesita de noche, tomó la pluma y la libreta preparadas para la ocasión. Garabateó todo lo que podía recordar del sueño, debía aprovechar mientras los recuerdos se mantuvieran frescos, antes que el transcurrir del día sepultara las palabras del ángel. Porque tras cinco días de vislumbrar al ser luminoso y lánguido, que hablaba con autoridad y que repetía el mensaje una y otra vez sin cambiar una sola palabra, el reverendo se había convencido a sí mismo de que se encontraba ante la presencia de un ángel. 

Se giró sobre la cama para ponerse sus pantuflas. A pesar de sus setenta años, el reverendo aún conservaba cierta agilidad. Miro su libreta, había escrito lo mismo que el día anterior, con ligeras variaciones. Era difícil recordar las palabras exactas, pero la idea era la misma. Una misión. Meditó un momento. A través de las paredes de su cuarto, el rumor de movimiento en el monasterio se filtraba y lo hacía tener la sensación de ir tarde, de haberse quedado dormido. Pero el reloj de pared marcaba apenas las siete. -La visita, quedan pocos días- murmuró y se levantó para cumplir con sus oraciones antes del almuerzo. Era un hombre con demasiada fe.

El monasterio, una vieja fortaleza anterior a los días de la guerra, se encontraba en la parte más alta de la montaña que coronaba la ciudad y a pesar de lo difícil que era su acceso, cruzando una estrecha carretera plagada de curvas y voladeros, había sido seleccionado para la celebración del convenio entre la Federación Norte  y la Iglesia Neocristiana. Al principio corrió el rumor de que el líder de la federación acudiría, pero el paso de los días confirmó que sería su primer ministro quien tendría el honor de representarlo. Por el lado de la iglesia Neocristiana, su líder máximo, el Profeta Vivo, había confirmado su presencia al acto.

El reverendo terminó sus oraciones y no necesitó mirar el reloj. Sabía que se había demorado cuarenta y cinco minutos, siempre fue así, incluso en los peores días de la guerra; mantener la rutina había sido una válvula de escape para no enloquecer. Además, era su manera de rendir honor a los caídos. Después, un poco de ejercicio y darían las ocho. Tiempo suficiente para ponerse el uniforme y reunirse en el comedor.

Cerró la puerta de su cuarto, y comenzó a recorrer los pasillos. A su derecha, adornando las paredes grises, se proyectaban imágenes ampliadas de la guerra. La caída de Canadá, la reconquista de México, la batalla de Texas. Se detuvo ante esta última proyección. En la imagen, los soldados federales resistían atrincherados el ataque del ejército musulmán. Eso había sido antes del contraataque, cuando EUA había caído. Tocó la imagen. Él había estado ahí, había resistido con los últimos combatientes hasta que sonó la retirada. Larga noche. Retiró la mano y continuó su camino.

Más tarde, el reverendo se encontraba en su despacho, absorto en la traducción de la Nueva Biblia Neocristiana comentada por el profeta Buck. La tarde había llegado, podía notar el paso del tiempo por los ventanales de su despacho. Afuera, el patio soleado y amplio era pura tranquilidad, pero no tardaría en cambiar: a las 4 el monasterio abriría la puerta al personal de la Federación que se encargaría de organizar el evento de la siguiente semana. Es increíble la cantidad de cambios que se dan en poco tiempo, pensó, tuvimos que derrotar a los fanáticos para entender que lo mejor es encontrarnos del mismo lado la Federación y la Iglesia; y ahora en un momento clave de la historia puede que me esté volviendo loco. Suspiró. Se quitó las gafas y se recostó en el sillón. A su mente volvieron las imágenes del sueño, había meditado sobre él cada uno de los días que lo había tenido, y aún no podía decirse que tuviera una idea clara al respecto. Tras la revelación al profeta Buck era común escuchar historias de personas a las que la divinidad se les revelaba. La mayoría resultaban ciertas, aunque no faltaban los charlatanes. Pero sus años de experiencia le habían enseñado a guardar humildad y, sobre todo, a pensar antes de actuar. No quería ser la burla de la Junta Disciplinaria.

Se sobresaltó con los golpes en la puerta. Alcanzó a acomodarse antes de que la mujer atravesara completamente el umbral. Era blanca, muy blanca, pequeña, llenita, quizás apenas pasando los treinta años. Sus ojos tenían el brillo que tienen los ojos de los niños cuando el mundo aún es nuevo para ellos. Vestía extraño, un estilo anterior a la guerra, un estilo demasiado liberal: falda larga hasta los tobillos, una camisa delgada, de un amarillo pálido, sandalias cafés amarradas con un delgado broche y un pequeño morral de cuero. Mientras entraba se quitaba los lentes de sol.

Sonrío, y el reverendo pensó que era la sonrisa más franca que había visto en años. –Espero que no le moleste mi falta de educación, es que he esperado mucho para conocerlo, reverendo- estiró la mano a través del escritorio y después del saludo se sentó frente a él.
El reverendo salió de su asombro –¿Usted viene con la gente de la Federación? ¿Ya son las 4? Pierdo la noción del tiempo cuando me pongo a trabajar- y comenzó a guardar los apuntes y los libros en su cajón.
–Sí, en cierta forma es algo relacionado con ellos. Aún no son las 4 pero logré que me dejaran entrar. Son muy estrictos sus compañeros, pero no son inmunes a una mujer- contestó la visitante y después lanzó una risita.
–Es cierto, no somos de piedra- respondió el reverendo y forzó una sonrisa educada –Disculpe no haber acudido a recibirla- continuó - no esperábamos a nadie tan… temprano- intentó velar la acusación mirando el reloj del escritorio, apenas pasaban las tres.
–Sí, lo sé, los civiles no somos tan estrictos como ustedes. Tenemos muchas malas costumbres- respondió la mujer mientras seguía sonriendo –de todas maneras no llegué temprano para hablar del evento. Mi nombre es Ruth, mi apellido es mejor que no lo sepa y, bueno, no sé cómo abordar el tema, pero a mí también me ha visitado un ángel- su rostro se petrificó. La confesión dejó helado al reverendo. Clavó los ojos en los de ella, y una oleada de miedo sacudió su espina vertebral.

La tensión se rompió cuando Ruth se levantó, caminó al ventanal, lo abrió y sacó un cigarrillo de su morral. –Supongo que con lo que acabo de decirle… no habrá problema con el cigarro- dijo volviendo a sonreír. Encendió el cigarrillo, fumó y exhaló el humo con placer. Luego se volteó hacia el reverendo, que se había recostado de nuevo en el sillón y la miraba con curiosidad y asombro. Se recargó de espaldas en el alféizar de la ventana y comenzó –Hace más de una semana comenzaron los sueños. Sé que usted los ha tenido también pues la voz me lo dijo y, aunque no lo hubiera hecho, su expresión en este momento basta para saber que es cierto. Era un… ángel jeje… que se identificó como Mensajero. Me dijo que había una batalla, y que tenía una misión que cumplir. Me dijo que tenía que venir a buscarlo a este monasterio y transmitirle la información que me fue dada. Me dijo que usted ya estaría esperándome.- Miró al reverendo esperando una respuesta. Tardó unos segundo en llegar: –Perdón, es que esto es tan… extraño. Sí, he tenido sueños. A mi se me ha aparecido lo que considero un ángel, se llama a si mismo Despertar y me ha advertido de una misión que debo cumplir-
-Bueno, al menos sé que estoy charlando con el reverendo correcto. Sabe, primero creí que estaba enloqueciendo. Como aquélla mujer del sur que afirmaba ver al profeta Buck en su bañera ¿o era en el inodoro? Da igual, de todas maneras tuvieron que hospitalizarla- hizo una pausa -Pero después pensaba en todos los profetas menores que han ido surgiendo y que han establecido una comunicación verdadera con, bueno, Dios-

El reverendo se reincorporó un poco –Es cierto, me pasó lo mismo. He tenido accesos de duda. Las cosas han cambiado mucho desde los tiempos de Buck , su revelación nos trajo una guerra donde la Divinidad misma tuvo que intervenir para ponerle fin a todo ese horror. Fue la primera vez en muchísimos años que Dios se manifestaba al hombre. Y desde entonces no ha parado de hacerlo. Si me pregunta si creo que sea Dios quien nos está hablando, respondería que sí. He visto demasiadas cosas, además soy reverendo, y creo que el Armagedón está por fin a punto de terminar-
Ruth sonrió -¿Y no considera, reverendo, que también puede ser que todo esto de Despertar, de Mensajero y de los sueños sean obra del Adversario?- por un momento la atmosfera pareció tornarse sombría, el reverendo meditó un momento y contestó –El Adversario no se ha comunicado con el hombre desde los tiempos de Adán. Ni siquiera se manifestó cuando Buck reveló que el Armagedón ya había comenzado, que se encontraba en proceso. No, no lo creo. Quizás sepamos quién se está comunicando con nosotros hasta que sepamos sus intenciones-
-Esto le va a encantar, reverendo. Hace dos días otro hombre me visitó. Un ángel había hablado con él. Me llevó un artefacto explosivo, con su detonador y las instrucciones para operarlo. Me dijo que yo sabría qué hacer con él. Y sí, yo ya lo esperaba-. El reverendo junto las cejas, y recargó los codos en el escritorio. Ruth prosiguió –Las instrucciones son entregárselo a usted, y apoyarlo para sabotear el convenio. Tenemos que eliminar al Primer Ministro y al Profeta Vivo- una sonrisa iluminó su rostro.
El reverendo parecía no comprender, titubeó un poco y comenzó a frotar su barbilla. Al final murmuró –No tiene sentido, ¿para qué necesitaría Dios algo así?-
-Bueno, estamos hablando de una guerra, el Armagedón, que comenzó con la caída del imperio romano. Y esas no son palabras mías, es la revelación de Buck. Como ve, el final ha durado demasiado tiempo. Ese no era el plan de Dios, nunca lo fue. Él también tenía planeado un final como el de la vieja iglesia, con fuego y azufre; un final rápido y una victoria segura. Pero no contaba con que el Adversario fuera tan fuerte y nos haría resistir tanto. En realidad, el Adversario es quien nos ha mantenido vivos tanto tiempo, negándonos a cumplir la voluntad de Dios de, bueno, morir-
-Eso ya lo sé. Todo eso fue explicado por Buck. Los grupos religiosos reaccionaron de formas extrañas. Muchos cometieron suicidios o dieron asesorías a sus fieles para quitarse la vida. Los más virulentos se lanzaron a la guerra a cumplir el deseo de Dios de llevarnos a juicio. No de matarnos, un Dios de amor no pensaría nunca en matarnos, sino de llevarnos ante su presencia para tener juicio justo. Por eso tuvimos esta guerra. Por sobrevivencia. Porque pensábamos que cumplíamos la voluntad de Dios al regar la sangre de nuestros hermanos. Así fue asesinado Buck y muchos otros, hasta el día del Gran Lamento cuando Dios se manifestó y pidió detenernos. Él fue muy claro, dijo que nos tomaría cuando fuera su voluntad, y que no necesitaba nuestra ayuda para terminar el Armagedón-
-Todo eso también lo sé, reverendo. Soy joven pero viví los últimos días de la guerra. Lo preocupante es que, según Mensajero, en el día del Gran Lamento no fue Dios quien habló, sino el Adversario-. Guardaron silencio durante un momento. El reverendo comenzó a pasearse por el despacho. Ruth ya no fumaba, sino que miraba el patio con aire de distracción.
-No puedo concebir la idea de un Dios que busca dividir a su creación, que busque enemistarla para que se maten los unos a los otros-
-No para que se maten- interrumpió Ruth –para que sean llevados a juicio- El reverendo la miró un momento y continuó –Este convenio marcaría el inicio de otra etapa de paz, marcaría el inicio de un gran momento histórico. Y usted no puede hacerme creer que Dios desea que volvamos a los días de la guerra, a toda esa muerte -
-No intentaré convencerlo de nada, reverendo. Mi labor es informarle y darle su, bueno, herramienta. El convencerlo o no se lo dejo a su conciencia y a su ‘ángel’. Sólo déjeme preguntarle algo ¿si la voluntad de Dios fuera destruirnos, la aceptaría o no?-
-Uno debe aceptar la voluntad de Dios sobre cualquier…-
-¿Y el Armagedón, cuándo ha sido otra cosa que el holocausto de la humanidad? Piénselo. Mientras…- Sacó del morral un objeto cuadrado de apariencia pesada y otro más pequeño, del tamaño de un dedo –Y asegúrese de ponerlo cerca de los dos, no podemos fallar.

* * *

…del Primer Ministro, quien sobrevivió gracias a la oportuna intervención de su cuerpo de seguridad y a la falla en la manufactura del objeto explosivo. Por otro lado, el Profeta Vivo se encuentra estable en el Hospital Fin de la Agonía del centro de la ciudad, tras la ligera crisis nerviosa presentada después del ataque. La policía arrestó al hombre que detonó el explosivo, al parecer una persona del mismo Monasterio; y se encuentra haciendo las averiguaciones necesarias para encontrar a los cómplices…

Samuel apagó la tele. Se quedó pensativo. –Tu desayuno, se va a enfriar- dijo su mujer con enojo.
-Sí, perdón. Es sólo que… he tenido este sueño. En realidad van dos días que lo tengo. Y veo lo que parece ser un mensajero de Dios, que me advierte sobre todo esto de la bomba. Me dijo que cuando fallaran, la batuta de la batalla me seria pasada a mí. Que se me informaría qué hacer. Loco, ¿no?

bplg.

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