sábado, 2 de julio de 2011

Dos sueños.


En el primer sueño estoy acostado en mi cama. El cuarto se encuentra en penumbra pero de algún lado llega una luz ligera y azul, la puerta no está cerrada. Salgo al pasillo y descubro que la luz viene de un televisor que se encuentra en el último cuarto del corredor y se escuchan murmullos. Llego hasta esa habitación, veo la tele frente a mí y a mis padres dándome la espalda mirándola. En la pantalla una comentarista anuncia que una epidemia domina el mundo, una enfermedad maligna, extraña, veloz e incurable. Afuera todo es caos y muerte. Me estremezco de miedo en la oscuridad y me acerco a mis padres buscando seguridad. Ellos se voltean: tienen sus rostros deformados, como derretidos, plagados de burbujas supurantes. Sé que tienen la enfermedad y sé que me la han contagiado. Despierto. 

El segundo sueño es más extraño, y sólo guardo algunos fragmentos. Estoy en mi cuarto. Éste se encuentra en el segundo piso y tiene dos puertas: una al pasillo y otra a un balcón. Escucho gritos de una mujer enojada. Son gritos violentos, agresivos, de ira, pero no distingo las palabras. Vienen del balcón. Salgo. Es de noche y hace frío. Me asomo por el barandal y veo a una mujer de edad, vestida con sólo un camisón que me recuerda mucho a uno de mi madre. Es una señora pequeña, morena, gorda. Está despeinada y descalza. Me ve y comienza a maldecirme, a insultarme, a prometer que me matará. Despierto.

bplg.

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