domingo, 17 de julio de 2011

Presagios.

Año 12-Casa. Profetizaron los magos con las luces del cielo. Mucho tiempo se les vio.  Del lado donde muere el sol, de ahí salieron y vinieron a caer donde nace, con un ruido como de cascabeles. Causó desazón y miedo, hablaba la gente. Fue por el lado de Tlatelolco, hacía allá fuimos los guerreros del día, hacía allá fueron los guerreros de la noche, allá llegamos y buscamos. En sus ojos atemorizados estaban los tlatelolcas, y nos decían: ‘Vuélvanse mexicanos, mal presagio’ y nos hacían señas y nos daban de gritos. 

Tres piedras como cristales fueron los que cayeron, y tres tlatelolcas las tomaron. De la casa de Calcotl: su mujer, su hijo y el mismo Calcotl. Perdimos a los grandes pero al joven lo seguimos hasta la ciudad y avanzando en la carrera su cuerpo se prendió de llamas, pero no se consumía sino que se mantenía corriendo. Y los guerreros de la noche se daban valor entre ellos, pero todos temíamos pues nada así habíase visto antes. A la casa de Hitzilopochtli entró y por sus llamas la hizo arder. Se daban voces los mexicanos para apagar el fuego, pero no hubo agua que lo calmara sino que consumió todo, todo el templo devoró. El muchacho seguía corriendo.

Axayácatl, orgulloso guerrero de la noche, guerrero Jaguar, lo derrotó. Todos los dardos usamos pero ningún daño le hacíamos, como si lo protegiera el fuego, como si lo cuidara la roca. Lo atravesaban las lanzas, lo herían las macanas pero no caía sino que peleaba. Caían los águilas, caían los jaguares abrasados por su fuego, y se plagó el lugar de un olor como a carne quemada. Hasta que con su mazo lo separó de la piedra el jaguar Axayácatl , de un solo salto. Al templo de Xiuhtecuhtli fue a caer, tan fuerte fue el golpe del guerrero que vino a ser su caída como un rayo que hería el templo. Las llamas consumieron al muchacho, nada de él quedo, ni intestino ni hueso. La piedra en el suelo, pero ninguno la tomaba sino que se decían: ‘Llamen al sacerdote, hay que llamar a los sacerdotes’.

Tampoco quisieron tocarla, tampoco quisieron levantarla. Ya bailaban y cantaban y recitaban, pero no sabían qué hacer. Se quedaron deliberando, conversaban, discutían sobre lo que harían con la roca.  Fuimos los guerreros tras los otros, la mujer y Calcotl. Nos dividimos la ciudad, cada quien su zona, cada quien su área, los Águilas y los Jaguares. Cayó la noche y entre las casas seguía la búsqueda, pero algunos fuimos a la casa del Águila a comer y a beber, a remendar los escudos, a afilar las lanzas, y a tomar los dardos. Apenas probábamos bocado y de afuera llegaron gritos como de una mujer que decía ‘¡Hijos míos, ¿qué será de ustedes?!’ y decía ‘Ahora que llega el fin ¿a dónde los llevaré? ‘, y los gritos eran tan tristes que nos tardó en regresar el coraje y el valor al cuerpo. Y nos mirábamos entre nosotros y unos decían: ‘Es un fantasma’ y otros: ‘No salgamos, guerreros, no salgamos’. Nuestro capitán dijo: ‘Guerreros mexicanos, tengan valor y sean fuertes pues de lo que hagan y resulte esta noche de eso han de hablar sus hijos, así es como serán recordados. Somos mexicanos, somos águilas’, y afuera salimos gritando.

Señas nos hacía la gente, a la mujer hallamos, y andaba como si flotara, como si no tocaran sus pies el suelo, la perseguimos por calles, por los callejones. Guerreros de luz que igualarían en velocidad al venado pero no acortábamos distancia, sino que al llegar al lago desapareció. Y la gente que lo miró gritaba, y veíamos el agua pero en ella no estaba.  Del lado del Ixtapalapa llegaron susurros, que se volvieron rumos y gritos. Tenían capturada a la mujer los Jaguar. Hacía allá fuimos y nos preguntábamos cómo había llegado y si sería la misma mujer. Llegando la vimos y comprobamos que eran la misma, en la calle la tenían y la rodeaban y le preguntaban cosas, pero la mujer no contestaba sino que se abrazaba el vientre pues cargaba un guerrero en ella.

A nosotros vinieron mexicanos, Calcotl se encontraba en el lago. Se llevaron a la mujer presa y los guerreros acudimos al llamado. El lago comenzaba a subir, además, hervía, estaba caliente, todo el lago. Se desbordó y cubrió la calzada, las casas, todo lo mojó muy rápido. No paró la inundación hasta que Calcotl salió del agua. Ya cuando amanecía enfrente de nosotros salió. Pero su cuerpo se encontraba cambiado, era gris como de carne muerta y le salían unas como plumas negras de algunas partes. Vino agonizando y a nuestros pies murió. Buscando la piedra lo registramos pero no estaba. Lo llevamos ante Montecuhzoma y los magos, en la Casa de  lo Negro. Ahí lo abrieron los magos y encontraron la piedra. Cuando se la dieron al señor Moctecuhzoma dijo ver un cometa y las estrellas, pero a la segunda mirada le pareció ver gente que venía en lontananza montada como en venados y haciendo la guerra. Pero nada veíamos cuando la mirábamos los demás, sino negrura.

Se decidió matar a la mujer ese mismo día. No en sacrificio, pues su carne ya no era buena. En la misma Casa de la Negrura fue tomada por los magos. Cuando se sacó el guerrero de ella se vio que venía deforme, pues tenía dos cabezas. Mas ya estaba muerto. Se decidió callarlo todo, y las piedras fueron enterradas por los magos en un lugar donde sólo ellos supieron.

Ésto diez años antes de la venida de los hombres de Castilla.

bplg.

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