viernes, 26 de septiembre de 2014

Ganarse la vida.

A veces me parece más sencillo calcular la masa del Sol con hilos y cinta, que entender los vericuetos de la economía. Por algún motivo no del todo claro, el aumento al salario mínimo tendría, según las profecías de algunos expertos, efectos apocalípticos tan horribles que ni siquiera la Biblia se atrevió a mencionarlos: los niños llorarían, a los perros les dará moquillo, las televisiones perderán la señal, el Cruz Azul será campeón y muchas otras cosas por el estilo.

El asunto, según los mismos expertos, va a fracasar porque aumentaría el salario y no la productividad. Mis nociones básicas de economía me hacen pensar que la productividad se refiere a que si una vaca, digamos, produce 18 litros de leche, tendría que producir 36 para que el patrón pudiera aumentarle el salario al ordeñador. O que si una tortillería produce unos 200 kilos de tortillas al día, la máquina tendría que generar unos 100 kilos más para que el encargado tuviera su aumento de salario. Así, el dependiente de una tienda tendría que salir a repartir volantes para vender más y ganarse el aumento salarial con su propio esfuerzo, o el de la vaca o el de la máquina.

Todo esto me parece muy curioso. No pretendo alegar de economía con los señores estudiados, pero resulta extraño que los problemas económicos nos los resuelvan personas sin problemas económicos. Porque la diferencia de perspectivas nos hace hablar idiomas diferentes. Los economistas que además se encuentran en el poder dicen que el problema no es sólo la productividad, es la economía informal, es la falta de generación de empleos. Y que todo va a cambiar con las reformas: es cuestión de tiempo para que las compañías extranjeras lleguen al país a contratar a todos los que deseen ser contratados, y a pagarles cantidades justas para que el nivel de vida aumente y todo se vuelva paz, tranquilidad y prosperidad en el reino mexica. Ojalá así sea.

Alguna vez comenté lo difícil que es ganarse la vida para quienes no fuimos bendecidos con una herencia o un puesto público. Y lo es. No deja de sorprenderme la cantidad de oficios que las personas idean para conseguir el sustento. Y no es que menosprecie a las compañías extranjeras que nos vendrán a salvar, pero estoy seguro que la mayoría de las personas tenía una idea distinta sobre lo que quería hacer para vivir. En algunos casos, los más pragmáticos, quisiéramos ser algo así como diputados. Pero diputados plurinominales, para no molestarnos siquiera en hacer campaña. Me van a decir que no se puede tener todo en esta vida. Y los del morena me dirían que hace falta implementar un modelo económico que genere los empleos de ensueño de las personas. Y entiendo.

Pero debería existir un programa para los políticos, algo similar al “regidor por un día” que les ofrecen a los estudiantes de primarias. Pero que se llame “Empleado por un día”. Quisiera ver a los políticos limpiando las casas de las personas, quisiera verlos en el sol levantando la basura de las calles por un salario mínimo cuyo aumento sería peor que soltar el virus del ébola, quisiera verlos empleados de sus propias administraciones, sin prestaciones básicas (el colmo de la ironía del trabajo informal), o verlos en las calles haciendo rutinas cómicas o tocando canciones de Enanitos Verdes por los restaurantes.

La esperanza radica en que después de la siguiente guerra mundial, cuando la humanidad regrese a la edad de piedra, los políticos, los economistas, los administradores van a tener una utilidad similar a  la del abono cuando mucho. Y los oficios dominarán la tierra.

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