viernes, 26 de septiembre de 2014

Proteger a los animales 2

Hay quienes afirman que la tauromaquia es un arte y que los toreros son artistas. Hay, también, quienes hablan de corridas de toros usando términos como “cultura”, “tradición”, “intensidad”, “rito”, “simbolismo”, “nobleza” y muchas otras igual de rebuscadas. No vayamos lejos, el premio Nobel, Vargas Llosa, afirma que lo que más aprecia de la fiesta brava es la sabiduría del torero. Bueno, la sabiduría y la gracia, el arrojo y la inspiración. Quizás sea mi falta de sensibilidad, de cultura incluso, pero no entiendo cómo es necesaria la inspiración para matar un animal. Tampoco considero los mataderos como un centro cultural, ni me atrevería a calificar a los matarifes de agraciados, sabios y arrojados. Ni siquiera calificaría los tacos como arte, y debo admitir que son mi comida favorita, para regocijo de los defensores de la tauromaquia.

Las corridas de toros son una tontería. No importa cómo las aderecen ni la variedad de adjetivos con que las califiquen. Son otra forma de perder el tiempo igual de inútil y estúpida que sacarse la borrita del ombligo. Además, su defensa es tan insostenible que el ya nombrado Nobel recurre a argumentos como el que sigue: “el día que dejen de comer carne yo dejo de defender las corridas”, el cual es lastimero y patético por donde se le mire. Porque el problema no es que la gente tenga ese pasatiempo (creo que cualquiera es libre de elegir cómo desperdiciar su vida) sino el pasatiempo en sí. La ocasión anterior escribí sobre mi desacuerdo con la prohibición de animales en los circos. Defendí que los circos pudieran tener animales porque sé que existen formas dignas de acercar animales a quienes de otra forma nunca los van a conocer. También dije que no estaba de acuerdo con el enfoque prohibicionista y paternal del gobierno, que me parecían más positivas la regulación y la concientización, y aún suscribo.

Pero a menos que las corridas de toros terminen con el toro y el torero estrechándose la mano y la pata, respectivamente, no me imagino una forma de regularizar la “fiesta brava”. Fernando Savater dice que la prohibición de las corridas supondría quitarle el sentido a la existencia de los toros. Fuera de lo pintoresco del argumento, me llama la atención la suposición de que los toros necesitan un sentido en su vida, y me llama aún más la atención que nos corresponda a los humanos darles ese sentido… nosotros, que ni siquiera conocemos el nuestro. Y es que el problema de fondo es ese, que aún no conocemos cuál es nuestra posición en la naturaleza. Nos sabemos superiores pero no sabemos cuál es la forma en que debemos interactuar con los animales.


Hay quienes dicen que los animales no tienen sentimientos. No lo sé. Sé que nosotros los tenemos, sé que somos distintos a ellos y que esa distinción nos hace superiores. Pero creo que esa distinción y esa superioridad no nos convierten en sus dueños, ni en sus amos, sino que nos hace responsables de ellos, porque incluso cuando se trata de dar muerte hay muchas formas de hacerlo, y pocas de ellas son dignas. No sé si los animales tengan derecho a una vivienda, al trabajo, a la educación, me imagino que no, pero sé tienen el mismo derecho que tenemos nosotros la vida porque les fue regalada en la misma forma y circunstancia. Incluso cuando nos comemos los unos a los otros, nuestra relación es una cuestión de dignidad, respeto, y muchísima responsabilidad, esa misma responsabilidad que tenemos para quienes no son como nosotros, para quienes son débiles y no se pueden defender. Por eso, y sólo por eso, estoy de acuerdo con que el gobierno prohíba las corridas de toros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario