La
principal defensa que esgrimen quienes no quieren o no saben escribir con
corrección es que a fin de cuentas lo importante es darse a entender. Puede
ser, quizás no se necesita ser un especialista en el idioma español cuando se
trata de escribir, por ejemplo: “Alguien sabe donde venden pica pica ???”, “Por
jambarse se llevo un diablito kon kagas al chavo no le paso nada” o “y que le
chava que trabaja en bar le dijo que tenia algo de ella y varias le dijeron ala
chica decente que ae referia a su marido”.
Los
anteriores fueron ejemplos tomados al azar de Facebook, y en mi defensa debo
decir que no pertenecen a mis amigos, sino que fueron publicados en un grupo de
creciente popularidad. El hecho es que ni siquiera algo tan banal y frívolo
como lo antes citado es comprensible sin respetar las normas ortográficas más
básicas. ¿O alguien fue capaz de entender el segundo y tercer ejemplo? Porque
yo no. Y el problema se agrava porque pocas personas son capaces de reconocerse
como parte del mismo. Antes de aceptar que no sabemos escribir, preferimos
decir que no da flojera o que no es necesario.
Además, la
otra vertiente peligrosa del asunto es que la mala escritura se está generalizando
tanto que poco a poco los errores comienzan a volverse tan comunes que terminan
convirtiéndose en regla. Estoy muy de acuerdo con que el idioma siempre está
evolucionando y adaptándose a sus usuarios, y con que esa evolución tiende
siempre a la simplificación y a la facilidad. Pero mucho temo que en un futuro
las expresiones más complejas que se puedan formar sean de una profundidad tal
como “quiero comida” o “voy al baño”.
El problema
está muy relacionado con la falta de lectura, sí, pero también con la poca
exigencia que se tiene por parte de los lectores, y no me refiero solo a
lectores de libros, sino al lector en general, desde los curiosos que se
entretienen leyendo los mensajes en los baños públicos, pasando por los
lectores de tvnotas, hasta los lectores de bestsellers y blogs. Se les ofrece
lo peor que puede nacer de la escritura y en su peor vestimenta. Y así es
consumida. Los lectores no tienen el mínimo sentido crítico para darse cuenta
de que es un insulto el poco cuidado que se le pone a la redacción de los
textos, como si fuera un menosprecio a la capacidad intelectual del lector,
sino que suponen que la escritura así es, que no existen reglas y que las pocas
que existen son para romperse. Al fin y al cabo, las personas de quienes hablan
las revistas de chismes, por ejemplo, tampoco saben ni escribir algo tan simple
como “Cuando trabajas con un equipo lleno de pasion y entrega por lo q hacen no hay mas q disfrutar de esa
fortuna y comprometerte el doble”, cortesía de la cuenta de Twitter de quien se
hace llamar Maite Perroni.
El idioma
español está condenado. La flojera, las excusas y la ignorancia van a terminar
con él, así como la falta de opciones, o la dificultad para encontrarlas,
cuando se trata de leer. Pero también la mentalidad rebosante de ideas cortas,
practicante del mínimo esfuerzo, ávida
de estímulos básicos y fáciles, y que se heredará de generación en generación
hasta que solo podamos comunicarnos nuestras necesidades básicas. Con faltas de
ortografía.
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